Están
la ciudad y la cloaca. Una (la ciudad) se esfuerza por negar a la otra a
través de la aversión. La otra (cloaca) la niega por la
distancia y la deformación que argumenta la ilusión feroz.
Pero son distintas caras de una misma moneda.
Algo
similar sucede con los personajes. Hay un hombre que llega a la cloaca,
no se sabe bien por qué motivo: pareciera que huye de la ciudad, como
si quisiera olvidarse de ella. Y los habitantes de la cloaca se
revolucionan con su llegada y no entienden (aunque lo intentan averiguar
con sus métodos particulares) cómo ni por qué este hombre abandonó la
ciudad, que es la fuente de sus ilusiones y sus sueños, que es adonde
aspiran a estar/ ir las criaturas que viven en la cloaca: ratas,
ratones, murciélagos, iguanas, lagartijas, tejones, algún que otro
cocodrilo que mastica fuego, etc.
La ciudad está más cerca de lo que se permiten aceptar: sobre sus cabezas.
La cloaca para la ciudad, también: en sus entrañas.
La cloaca para la ciudad, también: en sus entrañas.
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